Reflexiones sobre «el poder evangélico» a la luz del resultado del Censo 2024

Por Juan Sepúlveda González

Jesús les dijo: —Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor y el que manda como el que sirve (Lucas 22, 25-26, NVI).

No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta (Romanos 12, 2, NVI).


En su reciente y comentado libro sobre “el poder evangélico” en Chile, María Olivia Mönckeberg, Premio Nacional de Periodismo 2009, advierte que los resultados del Censo de Población y Vivienda 2024 acerca de la religión todavía no habían sido dados a conocer cuando terminó su redacción. Por ello, basándose en las Encuestas Bicentenario de la Universidad Católica de Chile, estimó a las personas que se declaran evangélicas entre un diecisiete y un dieciocho por ciento de la población[1]. Por otra parte, tanto el contenido de su libro, como las diversas entrevistas y comentarios que ha motivado su publicación, han dejado la impresión de que el mundo evangélico chileno está todavía en un proceso significativo de expansión, en comparación a una Iglesia Católica en franco decrecimiento.

Ahora que las tablas informativas del Censo de 2024 sobre religión o credo están disponibles desde el 30 de junio en la página web del Instituto Nacional de Estadísticas[2], estamos en condiciones de analizar esa información. En el siguiente cuadro[3] se presenta una síntesis de esa información con respecto a la población “evangélica o protestante” a nivel nacional y por regiones, éstas últimas ordenadas de mayor a menor porcentaje de presencia evangélica. Cabe recordar que la pregunta por religión en los censos se dirige a las personas de 15 o más años de edad.

Territorio Población de 15 años o más Población evangélica o protestante Porcentaje de población evangélica o protestante
País 15.205.784 2.466.607 16,22%
Biobío   1.330.370     445.672 33,49%
Araucanía       825.687    227.056 27,49%
Los Ríos       329.518       85.043 25,80%
Ñuble       424.993    100.312 23,60%
Maule       919.278    159.538 17,35%
Los Lagos       732.446    126.691 17,29%
Aysén          81.546      11.869 14,55%
Tarapacá       289.274      39.684 13,71%
O’Higgins       808.911    108.689 13,43%
Metropolitana  6.122.184    810.170 13,23%
Arica     196.539      25.611 13,03%
Antofagasta     510.464     63.969 12,53%
Atacama     240.077     28.383 11,82%
Valparaíso 1.577.324  163.844 10,38%
Magallanes     138.738     12.968   9,34%
Coquimbo     678.435     57.108   8,41%

Según los resultados religiosos del Censo de 2012 (que como datos porcentuales pueden considerarse altamente confiables, no obstante que haya sido descalificado como censo oficial), la población evangélica o protestante, con un 16,62%, aparecía entonces como el único grupo religioso cuyo porcentaje había aumentado en comparación con el Censo de 2002, con una diferencia de +1,52%[4]. La sorpresa ahora es que, en los 12 años transcurridos desde el Censo de 2012, el porcentaje de la población evangélica o protestante no aumentó, sino que muestra un leve descenso de -0,40%. Si bien este descenso puede parecer poco significativo en comparación con el descenso de -13,64% en el caso de la población católica (de 67,37% en 2012 a 53,72% en 2024), lo notable es que se ha revertido la tendencia del único grupo religioso que mostraba cierto grado de crecimiento por encima del crecimiento total de la población.

Por otra parte, la población que se declara sin ninguna religión aumentó en +14,08%, de 11,58% en 2012 a 25,66% en 2024. Si bien en la temprana polémica católica frente a las misiones protestantes en América Latina solía predecirse que la conversión al protestantismo sería un escalón hacia el ateísmo, hasta 2012 los datos censales en el caso chileno venían sugiriendo que el aumento de la población sin ninguna religión provenía en su mayoría directamente del catolicismo. Pero lo novedoso es que en la última década el mundo evangélico ha comenzado a sumarse a esa tendencia, por lo que no debería sorprendernos que un número significativo de las personas entrevistadas por María Olivia Mönckeberg declararan haberse alejado de la fe evangélica. Mientras en los 22 años transcurridos entre el Censo de 1970 y el de 1992, la población evangélica aumentó en +7,2%, en los 22 años transcurridos entre el Censo de 2002 y el de 2024 aumentó solamente en +1,12%, restando el decrecimiento de -0,40% en los últimos 12 años.

El cuadro permite observar que las regiones cuyo porcentaje de población evangélica está por encima del promedio nacional, son las seis regiones vecinas que van desde el Maule hasta Los Lagos, con Biobío con el máximo de 33,49%. Ello no significa, sin embargo, que en esas regiones se mantenga la tendencia al crecimiento evangélico. Lo contrario muestran dos comunas emblemáticas debido a que su población evangélica superó en tamaño a la población católica hace ya bastantes años: en Lota la población evangélica disminuyó en -1,95% (de 62,91% en 2012 a 60,96% en 2024), mientras en Coronel disminuyó en -1,89% (de 57,18% en 2012 a 55,29% en 2024), en ambos casos una baja bastante más significativa que en el promedio nacional.

Teniendo en cuenta que durante el primer cuarto del siglo XXI el crecimiento evangélico se ha ido haciendo más lento, hasta comenzar a retroceder, a primera vista puede resultar paradójica la imagen de un “poder evangélico” en ascenso en la sociedad chilena que presenta el libro de María Olivia Mönckeberg, y que se manifiesta principalmente en el crecimiento de la radiodifusión evangélica; la participación evangélica en la educación religiosa en los establecimientos educacionales con financiamiento público; y la creciente participación evangélica en la política partidista y el ejercicio de cargos de elección popular. En lo que se refiere a la participación política, lo que resulta más llamativo es la tendencia a establecer alianzas con sectores católicos conservadores, que históricamente fueron vistos prácticamente como perseguidores o contrincantes religiosos de las iglesias evangélicas.

Cabe preguntarse acaso precisamente la toma de consciencia del progresivo estancamiento del crecimiento evangélico, ha llevado a estos sectores a reinterpretar el significado del tradicional lema “Chile para Cristo”. Si en el pasado esa frase expresaba la expectativa de que Chile se iría ganando para Cristo en la medida que más y más personas experimentaran un cambio de vida mediante la conversión; ahora, dado que esa meta se ve menos alcanzable, parece interpretarse como un llamado a imponer a toda la sociedad su particular visión de los valores cristianos mediante la legislación nacional, la educación pública y el control de los medios de comunicación.

En otras palabras, la confianza ya no la estarían poniendo tanto en el poder transformador del Espíritu Santo, como en el poder político y cultural; menos en el poder del testimonio y el servicio, y más en el poder con que en “el mundo actual” se entiende el ejercicio de la autoridad. En este contexto tiene mucho sentido recomendar el documental “Apocalipsis en los trópicos”, lanzado justamente en estos días, para dimensionar a lo que se puede llegar cuando se pretende imponer lo que creemos “voluntad de Dios” por los medios de “este mundo”; cuando se cree que todo vale si uno actúa “en el nombre de Dios”.

Los análisis del crecimiento evangélico durante el siglo XX muestran que, en periodos de crisis, incertidumbre y falta de oportunidades, especialmente para los sectores más pobres, el crecimiento ha sido mayor, y ello gracias a que las características internas del pentecostalismo le permitían ofrecer una alternativa: una comunidad acogedora y sanadora, un nuevo sentido de la vida[5]. ¿Por qué entonces la población evangélica ha comenzado a decrecer justamente en un periodo de creciente incertidumbre e inseguridad, marcado por un estallido social, el impacto sanitario y social de una pandemia, y la irrupción violenta del crimen organizado? ¿No será porque el rostro más visible del mundo evangélico ha dejado de ser ese que acoge y da testimonio del amor incondicional de Dios mediante su hijo Jesús, el Cristo; dando paso a otro rostro que enjuicia, condena y busca obligar a la sociedad a someterse a sus valores?

El “poder evangélico” reporteado por María Olivia Mönckeberg parece ser bastante eficaz para condicionar el voto evangélico y para dar, al menos a una parte importante de la población evangélica, una nueva sensación de orgullo e importancia. Pero los datos del Censo del 2024 muestran que está lejos de ser eficaz como estrategia de evangelización. Al parecer, para las personas no evangélicas que buscan un nuevo sentido para sus vidas, las iglesias evangélicas ya no aparecen como una alternativa…son “más de lo mismo”, y la misma sensación parecen transmitir las personas entrevistadas por la periodista que confesaron haberse alejado de sus iglesias.

Dejo a las y los lectores, y sus congregaciones, la invitación a reflexionar y dialogar en torno a las preguntas que emergen de los resultados religiosos del Censo de 2024.


[1] En el nombre de Cristo. El poder evangélico en Chile. Santiago: Debate, 2025, p. 25.

[2] https://censo2024.ine.gob.cl/estadisticas/

[3] La elaboración del cuadro y el cálculo de porcentajes son de responsabilidad del autor.

[4] INE, Síntesis de resultados. Censo 2012. Santiago: 2013, 25.

[5] Juan Sepúlveda, “Crecimiento evangélico y sociedad chilena”, en Evangelio y Sociedad 16 (1993), 2-8.